La expansión de la chicharrita del maíz -Dalbulus maidis-, insecto vector del complejo de achaparramiento del maíz, es el principal problema agronómico de la campaña 2023/24. Santiago del Estero, Chaco, Catamarca, Tucumán, Salta, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y La Pampa reportaron presencia de esta plaga que según estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires puede llegar a generar pérdidas de rendimiento mayores al 70 por ciento.

Se trata de un insecto que tiene entre 3 a 4 milímetros de longitud, de color amarillo pálido y con dos manchas redondas negras sobre el vértice de la cabeza. Entre los síntomas de achaparramiento, que se hacen visibles avanzado el ciclo, hacia R4, están el enanismo, la reducción de entrenudos, el enraizamiento excesivo, la presencia de multiespiga en varios nudos, y se presentan mazorcas y flores masculinas estériles, pero el signo más característico es el cambio de coloración de las hojas.

El ingeniero agrónomo Augusto Casmuz, investigador de la Estación Obispo Colombres, en Tucumán, dice que la chicharrita es un insecto endémico del norte del país y que allí se lo conoce desde la década de 1990, pero explica que en la última campaña hubo algunos factores que favorecieron su expansión y su llegada a regiones del centro del país. “Fue una campaña en donde los cultivos sufrieron mucho estrés hídrico, por lo que hubo mucho lote abandonado, entonces las poblaciones del insecto se mantuvieron, y además no se tuvo un invierno con frío muy intenso que corte su ciclo. A su vez, tuvimos un otoño muy lluvioso que favoreció el establecimiento de maíces guachos en muchos lotes por un lado y siembras escalonadas por otro. Entonces desde el arranque se comenzó a ver presencia de chicharrita en cantidades importantes”, dice, y luego agrega un dato relevante: el insecto puede migrar por sí solo 20 o 25 kilómetros, pero con la ayuda de los vientos se puede desplazar cientos de kilómetros.

Por su parte la investigadora de la Estación Experimental Las Breñas, del INTA -Chaco-, Macarena Casuso, quien ya lleva varias campañas siguiendo de cerca el problema en su región, explica: “Desde el punto de vista de las condiciones ambientales se registraron muy pocas heladas en el invierno de esta campaña en comparación a las ocurridas en campañas anteriores. Esta situación permitió la mayor supervivencia de algunos maíces en las zonas donde estaba presente la plaga. Teniendo en cuenta que el maíz es la única planta hospedera en la cual esta chicharra se reproduce, la disponibilidad de plantas de maíz es una condición para la mantención y multiplicación tanto del vector como de los patógenos que transmite”. Es decir que tanto el insecto vector como los patógenos que transmite son específicos del maíz, no sobreviven en otra especie.

Casuso detalla que una chicharrita puede sobrevivir sin alimentarse durante un periodo de hasta tres meses. Al haber maíz en la zona y no cumplirse un periodo de vacío sanitario, el insecto sobreviviente de la campaña anterior tiene la posibilidad de alimentarse y reproducirse, y a su vez transmitir a esas plantas voluntarias sanas las enfermedades asociadas al achaparramiento, con lo cual la descendencia que nace sana, al alimentarse de una planta enferma adquiere esos patógenos y de ese modo se va incrementando tanto la abundancia del vector como de las enfermedades que transmite.

Es por esto que desde el INTA Reconquista, Santa Fe, el investigador Diego Szwark remarca que para controlar la población del insecto, además de implorar por un invierno frío “es fundamental restringir el alimento para la plaga”. “Para esto hay que eliminar malezas gramíneas huéspedes y las plantas de maíz guachas o voluntarias para reducir la población invernante”, aclara.

Según explica, los individuos adultos de chicharrita se alojan en hojas o tallos y las ninfas jóvenes se encuentran preferentemente en las hojas jóvenes de cogollo de la planta, y las hembras ponen en promedio 480 huevos durante su vida.

“Su alta movilidad le permite colonizar rápidamente lotes recién implantados, durante la primavera las poblaciones crecen a medida que las temperaturas máximas se incrementan, alcanzando máximos poblacionales durante el verano”, detalló Szwark. Luego aconsejó “escoger materiales tolerantes al insecto vector y acotar, en lo posible, fechas de siembra para evitar que coincidan el período susceptible del maíz con los picos poblacionales de chicharrita”.

A su vez, según las condiciones climáticas, también recomendó aplicar curasemillas que protejan al cultivo durante los primeros 10 a 20 días. Szwarc explicó que, si bien las siembras de primavera escapan a la enfermedad, facilitan la reproducción del insecto y la enfermedad, lo que incrementa el riesgo para las siembras tardías de verano.

Casmuz afirma que los países que han sufrido de manera importante el daño producido por chicharrita destacan como la base del manejo la adopción de híbridos que tengan cierta tolerancia a las enfermedades transmitidas.

Respecto al control químico una vez afectados los lotes, en Argentina no hay productos registrados, pero desde Bayer se están redoblando esfuerzos de investigación y desarrollo para poder ofrecer soluciones en las próximas campañas. Mientras tanto, el foco está puesto en promover una mirada integral del problema para diseñar estrategias que abarquen diversas prácticas, como reducir al máximo la presencia de hospederos, trabajar en rotaciones, concentrar las fechas de siembra, tener un buen manejo de plantas voluntarias y utilizar genotipos con buen nivel de tolerancia.